Decisiones

jueves, 18 de diciembre de 2008

 

No es raro no saber que hacer ante un caso con distintas posibilidades y avances.

Tengo miles de conjuntos en mi cabeza, y no se cual es la mejor solución o soluciones. De hecho, no tengo la solucion ni siquiera del 1%. Entonces, ¿qué hago? ¿Apuesto? ¿Heurística? ¿Me hago el weón?

¿Por qué tenemos estos caminos? ¿Por qué no existe una máquina de turing que resuelva de manera lógica una decisión en tiempo finito y, ojalá, constante? Y por último, si la lógica no tiene las respuestas, ¿entonces qué? La religiones se revuelcan en su propio estiercol, son tan predecibles y al final tienen una respuesta lógica.

¿Por qué tenemos que confiar en la lógica para tomar esas decisiones si sabemos que el humano o maquina no puede almacenar ni imaginar infinitas respuestas, o tal vez finitas pero demasiado inconmensurables para nosotros?.

Y lo peor de todo es que puede ser fascinante tratar de meter la mano en ese mar matemático inconmensurable como lo hizo Cantor algún día, pero después uno piensa si es tan bueno hacerlo porque al final no resuelve los problemas que uno tiene, sino los que uno quiere.

Recordar que existen miles de soluciones y que es imposible obtener una respuesta óptima me enferma. Y al final las respuestas cercanas a la óptima no son satisfactorias y al final uno las cataloga por desechables y ya.

¿Inconformismo? Claro, ¿por qué no?. Aceptar una solución como verdadera es demostración de falla si no se ha probado que no existe otra solución. Explorar más allá. Ver que es el problema absorviendo y obteniendo todos los datos. Pero el inconformismo no lleva a buscar una nueva solución, tan sólo a no aceptar la que uno tiene. Pero la diferencia radica es que si uno puede predecir o apostar cuanto es el costo de buscar una nueva solución o al final aceptar y amargarse con la respuesta que uno tiene.

¿Y qué pasa con lo que uno hace? Nada. Y eso molesta, irrita, enerva. Como si fuese una espina inexplicable en tu espíritu. Oh, claro que he sentido más de una de esas. Algunas terminan doliendo desde el comienzo, pero al menos la herida es poca. Otras provocan heridas más grandes porqué la decisión no fue la correcta. Otras no son heridas ni espinas, pero no sabemos como diferenciarlas, ¿cierto?

¿Y que hago, entonces? ¿Cual es mi decisión? ¿Me quedo haciendo nada y lo acepto? ¿O me muevo? ¿Cuando y cuanto vale la pena?

Al final me ahogo en mi vaso de agua personal, que, para colmo, siempre es el doble de tamaño que necesito.

He decidido mandar a la cresta al mundo, aunque sea un rato. A ver con que mierda sale...

El Hombre
Pat Martino

1 comentarios:

Pandora dijo...

Manda al mundo a dar una vuelta... y dile que se tome un cafe con crema para amenizar la espera...

Y despues van y se toman un cafe los dos :P